martes, 24 de junio de 2008

Ensayo: ¿Qué contamos cuando contamos un cuento?

Sabemos que el cuento es un género literario que nos permite relacionar dos o más ideas inconexas dentro de un relato. Vemos que este ha evolucionado a través de la historia, desde un relato breve, a un modo de construir relatos más atractivos y largos, que tienden a atrapar más la atención de multitudes de lectores, esencialmente por su cualidad narrativa y anecdótica. Este último aspecto es visto, más que nada, en el cuento clásico.
El cuento tradicional nace en la primera mitad del siglo XIX, durante el romanticismo, esencialmente impulsado por el crecimiento que tuvo el relato breve en Europa. Así, el cuento tradicional, o clásico, se organiza principalmente en la manifestación de las acciones y las expresiones en una forma breve y lineal.
Este modelo clásico se desarrolló a partir de la novedosa reelaboración de las anécdotas tradicionales. Se alimentó principalmente de viejas historias folklóricas, mitos, leyendas, o incluso de moralejas. También se basó en anécdotas y enseñanzas. Estas eran narradas para los infantes como moralejas y enseñanzas.
En estos últimos casos, el narrador era un sujeto que tenía consejos para el que escuchaba. Como decía Benjamin en “El narrador.”, “La experiencia que se transmite de boca en boca es la fuente de la que se han servido todos los narradores.”[1] Aquí el consejo no es tanto la respuesta a un problema, sino como una propuesta referida a la continuación de una historia en curso. Está cualidad anecdótica es muy diferente a la que tiene el cuento moderno actualmente. Este consiste en la presentación de las historias como producto de la inventiva propia de cada escritor, ya sea, empleando ideas, conceptos o imágenes.
Sin embargo, el cuento no deja de querer plantear una paradoja, desvelar una sorpresa oculta o describir un suceso que cambiará la perspectiva del lector en cuanto esta se manifieste. Como ha expuesto Piglia en “Formas Breves”, “El cuento es un relato que encierra un relato secreto.”[2]
Si retomamos este último concepto, englobado bajo el título de “relato secreto”, podemos preguntarnos, ¿de dónde es que viene este relato oculto? Gracias a palabras de Piglia podemos responder esa pregunta, “El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde de un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.”[3], además de elucidar que de hecho hay (como mínimo) dos historias en un cuento.
Mientras que una historia nos delimita un contexto, un escenario, también provee de un contraste a la otra historia, la segunda historia, que se presenta dentro del relato para inyectarle lo sorprendente, inesperado y fantástico, hasta a veces, lo enigmático.
Si vemos los cuentos de J. D. Salinger que hemos discutido en clase, “El hombre que ríe” y “Un día perfecto para el pez plátano.”, podemos distinguir dos historias en cada uno de ellos.
En el primer ejemplo, podemos ver como se desarrollan las dos historias. Por un lado, tenemos una historia de la niñez del narrador. Este nos cuenta de cómo antes formaba parte de una organización, o escuadrilla, la cual a la salida del colegio se reunía para realizar actividades deportivas. También nos cuenta la historia de su líder o jefe de escuadra junto a su novia y como luego se pelea con ella, desde su perspectiva infantil. Por otro lado, nos cuenta indirectamente los relatos del “hombre que se ríe”, historias de un criminal demente, que narraba su coordinador de actividades. Este es paradójicamente el narrador narrado.
Podríamos decir que en los cuentos de Salinger se repiten dos personajes conductores de la historia: un niño, un infante inocente e inmaduro, y un adulto, maduro, pero perturbado y afligido. Recuerda la frase popular “los niños y los locos dicen la verdad”.
Como hemos referido anteriormente, el relato oculto se presenta aquí para concluir y unificar cada una de las dos historias de “El hombre que se ríe.” Cuando el jefe de los chicos se separa de su novia, la historia 1 se cierra, mientras que, ese rompimiento a su vez influencia en la muerte del “hombre que se ríe” en los relatos que el jefe narraba, así cerrándose la historia 2.
Ahora sí vemos el segundo ejemplo, “Un día perfecto para el pez plátano.”, también tenemos presentes dos historias. Por un lado, se nos dan indicios sobre el extraño pasado del personaje Seymour Glass durante su luna de miel, y por el otro, su relato a la niña en la playa sobre los peces plátano. “Entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos, ¿sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos-[…] -. Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta. […]-Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren.”[4]
Claro que el relato secreto de “Un día perfecto para el pez plátano.” se presenta cuando el personaje se suicida en su habitación inesperadamente al final del cuento. ¿Inesperadamente? Eso es lo que nos parece en un principio, pero cuando recordamos la historia de ambición de lo peces plátanos que concluye con su muerte, no podemos dejar de pensar en como esa especie de moraleja se conecta con el pasado del personaje Seymour Glass.
Ahora que hemos visto la dualidad entre las dos historias (la cual podríamos llamar “Tesis de la Dualidad Pigliana”) ejemplificadas en los cuentos de Salinger, ahora podemos ver a un escritor que no tiende a seguir esa regla, R. Carver.
Piglia introduce “La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.”[5], algo que en los cuentos de R. Carver no se da en forma completa. En el caso de “¿Por qué no bailáis?” se distinguen dos historias. Está la historia de una joven pareja (siendo las parejas, uno de sus temas favoritos para escribir sus cuentos) que busca comprar muebles en una supuesta “venta de garaje”. Y la historia del hombre que está dispuesto a vendérselos, quien los invita a tomar, escuchar música y bailar. Aunque, a medida que leemos este cuento, la curiosidad por saber la razón por la cual el hombre tiene sus muebles en el jardín o que este los venda a precios irrisibles aumenta. Y ese misterio nunca se nos revelada.
“El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.”[6] Entonces la impresión que proviene de la otra historia que se cuenta de un modo enigmático o secreto, tiene una resolución. Sin embargo, aquí no se resuelve.
El estilo modernista de Carver refleja en sus cuentos una historia secreta que se cuenta de un modo más elusivo. Utiliza mucho el recurso de elipsis y la detallada descripción para lograr ocultar la presencia del relato oculto, con esto crea una expectativa en tratar de resolver la historia. Incluso en el título de cada cuento se plantea un enfoque u orienta al lector sobre lo que tratará ese cuento; haciendo que los lectores, desde que empiezan a leer, se planteen hipótesis de cómo terminará esa historia.
Pero lo que estos no saben es que rara vez un cuento de Carver tiene un final cerrado. Este tiende a dejar cabos sueltos en los momentos de mayor tensión, como en el caso de “Una cosa más”. En este cuento tenemos al padre borracho y desempleado discutiendo con su hija sobre astrología cuando llega la madre, entonces todos discuten y él amenaza con irse. Se deja entender que el hombre es violento porque cada vez que se mueve, o se acerca a ellas, ambas mujeres se alejan. El hombre hace sus valijas y antes de irse vuelve a enfrentarlas para decirles una cosa más, pero no se le ocurrió nada más que decir. Así termina el cuento.
¿Así termina el cuento? Para el autor, sí. En cambio que para todos los lectores de sus cuentos, el relato no debe terminar allí. Estos siguen tratando de dilucidar como pudo haber continuado la historia, tratando de buscarle algún otro final o significado. Esa característica de los cuentos de Carver tiende a ser una de las más debatidas en cursos especializados.
Ahora vemos como, autores como A. Chejov, K. Mansfield o R. Carver son reconocidos ejemplos de cuentistas modernos. Quienes a abandonaron el final sorpresivo y la estructura cerrada clásica por un trabajo más enfocado, y elaborado, en la tensión entre las dos historias, sin llegar a resolverlas nunca. Esto se ve claramente en la obra de Raymond Carver.
Pero ¿qué cualidades tendría que poseer un cuentista contemporáneo, como nosotros, para poder escribir cuentos? Muchos se enfocan en la intensidad la técnica.
Todo escritor debe tener al menos tres cosas para poder escribir, talento para escribir, suerte para lograr éxito y ambición para continuar creando. Aunque, claro está que, el autor no siempre puede poseer todas esas cualidades. Si alguna de ellas resulta una debilidad para nuestro escritor, sólo deberá dedicarse a escribir diariamente para pulir sus fortalezas y corregir sus debilidades. Por medio del esfuerzo y el esmero, pacientemente, logrará que su estilo despierte el interés del lector.
Puede que no planee su historia de principio a fin previamente a escribirla o, en cambio, se tome el tiempo necesario para elaborar un plan de escritura. Su visión o relato deberá hablar de objetos, lugares o personas ficticias, o reales, pero con diferentes y novedosas características generadas por la innovación imaginativa del autor. El cuento es un relato corto que puede tratar sobre un hecho de gran importancia y fuera de lo cotidiano, o todo lo contrario, sin embargo lo más importante es, que logre alcanzar un nivel de tensión que estimule la imaginación de sus lectores. Para esto es necesario seguir teniendo un efervescente deseo de presentar ese mundo interior, del escritor, al mundo exterior, donde están los lectores.
Como hemos, visto el cuento no tiene límites definidos. Únicamente el estilo de cada uno al escribir está determinado por uno mismo y por su imaginación.
Finalizando, como mencionaría Julio Cortázar, en una entrevista televisiva, al comparar el cuento y la novela con el boxeo, diría que “mientras que la novela gana la atención del lector por puntos, el cuento la gana por un Knock out.”

Bibliografía consultada:
W. Benjamin, “El narrador”
R. Carver, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”
R. Piglia, “Formas Breves”
J. D. Salinger, “Nueve cuentos”
[1] W. Benjamin, “El narrador”, Pág. 2
[2] R. Piglia, “Formas Breves”, Pág. 94
[3] R. Piglia, “Formas Breves”, Pág. 92
[4] J. D. Salinger, “Nueve cuentos”. Pág. 9
[5] R. Piglia, “Formas Breves” Pág. 91
[6] R. Piglia, “Formas Breves” Pág. 92

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